Llamé al departamento de bomberos
desde un viejo teléfono público,
disfrazando la voz. No me quedé a
verlos llegar.
Salvaron el granero, por lo menos. Me
enteré más tarde. Incluso fui a
algunas fiestas allí, años más
tarde, en las noches que no podía
aguantar más: todos los engaños, los
secretos, el sentarse a esperar
para obtener instrucciones. Incluso, la
vi allí, una vez.
Pero nunca volví sin recordar el fuego
— la forma en que se comió
el cielo, el sonido de una casa, un
algo, encogiéndose a nada.
Era por esto que era como el despertar
en las criptas. No muerto.
Pero sin ella.
Como quemándome vivo.
Pero lo peor fue dónde ellos me
pusieron. La antigua celda donde una
vez había estado con Lena, mirando las
palabras grabadas en la piedra.
Una sola palabra, en realidad. Sólo
Amor, una y otra vez.
Yo no pensaba en escapar. No pensaba en
ella. Eso vino después. No
estaba pensando en nada en absoluto.
Era solo voluntad, que forzaba
mi sangre a través de mis venas, a mi
corazón a mantenerse abriendo
y cerrándose; y a mis piernas a
intentar y moverse.
En mi mente, yo estaba reviviendo toda
mi vida de nuevo— lentamente,
tomando mi tiempo. Retrasándolo.
Porque sabía que, tarde o temprano,
llegaría a ella.
Y entonces... Bueno, ya había muerto
una vez. No podría sobrevivir a
esto, otra vez.
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